martes, marzo 16, 2010

EL LIBRO DE ROBERTO BOLTON



Fue Piero Biggio el que en 1974 negó tres, cuatro, miles de veces a Jesucristo. Por suerte después de todas esas veces, cuando sus colegas no aceptaron su acción, fue cuando reculó y no entregó a una potencial y casi segura muerte, desaparecimiento y de innegable tortura, a una veintena de perseguidos por la dictadura que habían escalado el muro de la Nunciatura apostólica en Santiago de Chile, la embajada del Estado Vaticano en nuestro país, para refugiarse de las constantes persecuciones y búsquedas de que eran objeto por parte de los militares. Fue Piero Biggio, quién negó asilo, quién varias veces dijó nó y que incluso ordenó traer a la policía del régimen para solucionar de un golpe en la mesa la situación de los acosados ciudadanos que no tenían más opción que huir del país.
Yo conocía la historia. Roberto Bolton me la había contado en una de esas tantas interesantes conversaciones que sostuvimos cuando viví en la Villa Francia, una población en la zona poniente de Santiago. En la ocasión Roberto nos contó como realizaron la operación para ingresar a 23 refugiados a la Nunciatura. Antes ya habían realizado varias operaciones del mismo tipo para salvar gente en otras embajadas, pero nunca habían acudido a la del Vaticano.
La historia es la siguiente. Piero Biggio, en ese entonces de 37 años, era el encargado de negocios, es decir, el perro chico de Monseñor Sotero Sanz, el jefe de la delegación diplomática romana en Santiago, que por aquellos días se encontraba fuera de Chile. Eran 23 refugiados que fueron acompañados por dos sacerdotes católicos, entre ellos, José ALdunate, y un sacerdote evangélico. Saltaron el cerco, se escondieron entre los arbustos y los guías se dirigieron a la casa diplomática a comunicar lo que se estaba realizando y a solicitar asilo para estas personas. Antes habían conversado con otro cura que en ese momento estaría ahí en la Embajada, era Joaquín Alliende. Pero Biggio era el jefe y mostró el rechazo de inmediato, varias veces, incluso luego de informarle que varios importantes obispos de América Latina y Europa, estaban dispuestos a recibir e interceder en sus respectivos países para que los refugiados pudiesen ser albergados. Pero Biggio continuó con su negativa y llamó a los policías que custodiaban la calle y que ni siquiera se habían enterado de lo que sucedía. Pues justo en ese momento en que iba a comunicar y entregar a los perseguidos a estos policías, el cura Alliende le grito “NO, esto si que NO”. Ahí recién Biggio retrocedió en su intento de mandar a la muerte a estas personas y accedió a que comenzarán las negociaciones diplomáticas. La solución fue sacar a las personas de allí, fueron trasladadas a otro edificio de la iglesia católica al cual el gobierno se comprometió a reconocerle también inmunidad diplomática. Desde allí, luego se organizó el viaje de todos a Buenos Aires y después al exilio.
Pasó el tiempo, Piero Biggio Volvió al Vaticano y en los años ’90 volvió a Chile como Nuncio Apostólico Romano en Santiago. Qué tal?
Pues, el 10 de marzo, Roberto Bolton, de 90 años lanzó su libro “soy Testigo”, con sus memorias y testimonio de vida junto al pueblo y la forma cómo fue descubriendo el evangelio de la lucha de liberación de los pobres. Roberto califica a Biggio como una persona con “falta de humanidad y caridad cristiana” y que difícilmente podría borrar su “testimonio anti evangélico tan persistentemente sostenido”.
Biggio murió en el Vaticano en 2007.
Roberto lanzó su libro el último día del gobierno de Bachelet. Tenía fecha para el 5 de marzo en el recién inaugurado Museo de la Memoria, ahí en Matucana, pero el terremoto del 27 de febrero causó algunos daños en este edificio, por lo que la ceremonia se realizó en un salón de las instalaciones que la organización eclesial “Hermanitas de los Pobres”, también en el barrio Matucana, tiene en calle San Pablo. Bolton no quería que su libro sea lanzado en el gobierno el derechista de Piñera. Hay razones simbólicas para esto, pues mucho del texto es el testimonio de construcción de una Iglesia Liberadora, y luego defendiendo los derechos humanos en tiempos de dictadura.
El auditórium se llenó de gente de diferentes sectores sociales y edades. Estaban desde amigos de juventud hasta las recién conocidas monjas de las Hermanitas de los Pobres, y por sobre todo, mucha gente de la Villa Francia y los curas con los cuales caminaron juntos especialmente la segunda mitad del siglo 20. El texto trae numerosos testimonios como el ocurrido con Piero Biggio, y también está parte de la historia del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que en pleno mando de la dictadura criminal, ladrona y represiva de Pinochet y sus secuaces, denunciaba los lugares donde se estaba torturando o donde había gente detenida.
La primera parte del libro también es exquisita, pues cuenta todos sus años de juventud y los veranos que junto a su familia pasaba en el Tabo, en la costa Central, casa que tuve el honor de conocer y donde pasé un verano hospedado disfrutando de conversaciones, lecturas de novelas y de todos los diarios de circulación nacional y numerosas revistas nacionales e internacionales a las cuales el hermano de Roberto, el arquitecto y poeta Carlos Boltón, estaba suscrito.
Roberto está ciego, por tanto ya no usa sus característicos lentes gruesos y transparentes y se dejó una enorme barba. Está totalmente desconocido a como lo vi hace unos años, cuando lo visité en el hospital de la Universidad Católica cuando se sometió a uno de sus tantos tratamientos. Se emocionó cuando le dieron la palabra y señaló que siempre su vida había estado ligada a la búsqueda de “fidelidad la Maestro y de compromiso con los pobres”.
Cuando me acerque para despedirme, le dije quién era y luego de los saludos de rigor, me preguntó por varios de mis compañeros con los que vivimos en Villa Francia y mandó saludos a todos.
A pesar de mi cercanía con varios de estos sacerdotes, no soy creyente y logramos convivir sin problemas en la fraternidad, el cariño, la solidaridad y los genuinos deseos de paz y bien.
Parte del último párrafo del libro termina así: “Ahí están los imperios, tantos imperios poderosos que subieron y bajaron en la dominación de los pueblos; ahí están los reyes y ahí están los papas, empujaron y frenaron la historia; y aquí estamos nosotros hoy, acaso nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra civilización actual, no se ufanó en haber sido de las más poderosas en acelerar el progreso de la ciencia, de la técnica, de todos los quehaceres humanos y acaso no está hoy frenada, detenida, atajada, en una crisis de la cual no saben cómo salir…”.