viernes, julio 29, 2011

SANGRE


Te preguntan si has consumido drogas. ¿Cocaína, pastillas, no sé que más y marihuana? Pero en el Hospital Clínico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, te dejan donar sangre si le dices que solo has fumado marihuana hace una semana. Te chequean las otras tantas preguntas acerca de tu vida sexual, sanitaria y familiar. La tuya y la de tu pareja. Entonces cuando todo calza, te pasan a otro cuarto donde te acuestan en una camilla negra, todo servicio, blanda y tosca, y una de las dos señoritas te pide que le digas tu nombre completo otra vez, que leas otras indicaciones y que firmes si tu sangre está acorde con sus requerimientos y que puede ser utilizada en cualquier otro ser humano. Entonces, te pinchan por segunda vez. (Porque al principio, la primera enfermera, la de los cuestionarios, luego de pasar favorablemente todas las preguntas, te pica el dedo anular donde salen con fuerza dos o tres grandes gotas, que servirán para saber si uno tiene anemia o no).

Ya en la camilla negra, el pinchazo, el segundo, va directo a la vena de uno de tus brazos. La aguja está conextada a una manguerita que termina en una bolsa con capacidad para casi medio litro. Y te pasan una pelota de goma para que la aprietes con la mano mientras comienza a salir el liquido hacia la bolsa que se columpia en una maquina que se mueve y mide la cantidad de la donación. Luego cuando la maquina marca 450 cc suena una alarma y la señorita otra vez va, pregunta si uno está bien. Entonces en la mitad del largo de la manguerita, la señorita hace un nudo, aprieta la manguerita por uno de los lados del nudo y presiona para que toda la sangre ingrese a la bolsa. Luego corta la manguera, hace otros nudos para que la sangre no salga de la bolsa y me pregunta y escribe mi nombre en la bolsa que luego con mis datos impresos deja tranquilita arriba de la maquina. Depués retira la aguja de mi vena, me pone un parche con algodón, bota la aguja y el resto de manguera. Me pregunta otra vez si estoy bien y me ofrece o té, o café, o cualquiera de los dos con leche. Me tomo el café con un poco de leche. Me siento en la camilla negra. Estoy otros minutos y luego me dicen. “Está listo”. ¿Estoy listo? pregunto. Responden: Sí está listo. Entonces “chao” les digo yo y me voy.

Mi sangre tiene un aspecto oscuro, no es roja, pero es silvestre, de la más comun, de la mayoría.

Esa sangre no será para la persona a la cual fui a donar. Por eso existen los Bancos de Sangre.