miércoles, enero 28, 2009

YO NO ME DESPIDO

(En memoria del Pape)

Yo no me despido de las flores ni de las estrellas
ni de las raices y de lo que está por aparecer
ni de las fotografías que les hicimos a la dictadura y al patrón
Nunca me despido del primer día de clases
Ni de la mitad del pan
Menos aún del placer de cocinar
Y no le digo adiós a las controversias y a los chistes
Ni a tus desapariciones

No me da el cuero, ni la sangre, ni las lagrimas
para decirle chao a los fósiles del mar
ni al entusiasmo de buscar antiguas puntas de flechas
a más de 2 mil metros de altura

No tengo ni ganas, ni energía, ni razón alguna
para no refugiarte y para que no me refugies
A veces hay que seguir caminando sin despedirse

No podría quedarme en un paradero
Mirando la noche llena de licor y soledad
Porque a la vuelta de la esquina
la vida fluye y hay niños
y estamos nosotros y los abuelos
y las viejas-nuevas formas de no aceptar

Y eres uno mas de los que dicen "vamos"
¿Entonces cómo decir “hasta siempre”?

Simplemente no me despido
Que tu estés muerto y yo me sienta igual
no me obliga a despedirme
Digan lo que digan
Hagan lo que hagan
Muérase el mundo ahora y ayer
Pero yo no digo adios.

CUENTO - LA FELICIDAD



Aquí en el valle hay silencio. He aprendido a escuchar el silencio, siempre quise un poco de silencio. Toda mi vida viví corriendo, en trabajos que al correr del tiempo eran insoportables. Aquí logro captar el silencio de las aves, de sus alas, de su vuelo. Y también el silencio del agua y sus innumerables y dulces sonidos. El viento aquí en el valle es un alimento que siempre necesité y a veces me parezco a una flor o una estrella, o al amanecer, o y a la noche.

Mi vida no ha sido fácil, pero ya no me quejo. Ahora me conformo con mirar el agua que corre aún libre y como el tiempo va disolviendo, desenredando cosas. Algo así me ocurrió. Fui agua, aunque ustedes no lo crean, aunque yo no lo creía, aunque siempre supe que algo de lo simple y universal llevaba en el cuerpo. Pero a veces, cuando sentía que ya iba a brotar e iba a generar cambios esperados, la rapidez de la ciudad, la no creencia, me aprisionaba y no me dejaba salir de mi piel, ni de mis ojos, ni de mi boca.

En esos momentos me quedaba quieta, no podía llorar, era el silencio por fuera, pero por dentro el vacío y los gritos buscaban escapatoria y no lograban huir. Como ese negro momento, el más triste de mi vida, y de mi familia, ese momento que siempre nos dejó un rastro de pena, pero que he aprendido a llevar. Ese momento cuando el tiempo fue igual a cero y al infinito en el mismo momento. Pero supe salir adelantel. La vida está llena de elementos, de causas e incertidumbres, y de grandes alegrías también.

Tengo hijas maravillosas. Ya están grandes, son mujeres adorables, son mi orgullo de verlas tan potentes, tan seguras, tan alegres, tan acompañadas. El mundo no está bien, pero aprendieron a vivir con felicidad y con eso entregan felicidad a todos y a todas. Ellas viven aún en la ciudad, son jóvenes y fuertes y saben moverse sin problemas en la urbe que yo deje hace años.

Hoy hicimos una gran comida porque nos juntamos todos y todas. Saboreando sonrisas en el centro del tiempo, nos abrazamos. Hubo música y baile. En la tarde un niño me tiro el pelo y no sé de dónde ni cómo, me beso un ojo y salió corriendo con un gran caramelo apretado en su mano. De esos que hacemos ahora, con miel y quínoa.

Hubo también una gran ronda, en la cual participamos todos. Me divertí como niña y cantamos esos poemas que me regalaron hace ya muchos años, en ese momento que comencé y comenzamos a cambiar. O más bien dicho, comenzamos a entender y a recuperar lo que es nuestro: la felicidad.

La tarde fue bonita. En mitad de la ronda, trajeron vasos con vino y jugos variados. Todos hicimos un gran brindis por la vida, por el mundo y por lo desconocido. Yo lo hice y me sentí feliz.
Les pedí a todos que tomaran sus copas y vasos y que además tomaran un caramelo de esos deliciosos, que además son de variados sabores. Y me lance a decirles que primero saborearan un poco de sus vasos y los caramelos, pero que no se los tragaran. Y justo cuando estábamos saboreando esas delicias, no sé de dónde saque palabras, pero dije que "cada alimento, cada bebida era un proceso enorme de la naturaleza, de numerosas manos de personas que sembraron o recolectaron y que luego produjeron esa comida. Que teníamos que estar felices por la simpleza y potencia de estar juntos, de estar teniendo en nuestras manos estos increíbles bocadillos y que diéramos las gracias a todos, a todas, al tiempo, a los espíritus y a lo desconocido aún, porque también forma parte de nuestras vida y de nuestra muerte. La comida es más que comida, son grandes historias, territorios y responsabilidades".

Nadie se burló. Aplaudieron, nos reímos, brindamos y nos abrazamos. Fue un momento hermoso, pero en ese instante no me di cuenta cuánto hemos comprendido eso que yo transmitía hace años y que en un principio casi todos no tomaban en cuenta, pero ahora veo que la cosa es seria. Me da felicidad y risa todo esto.

Ahora es noche, hicimos unos cigarritos y nos matamos de la risa, conversando y cantando antiguas y nuevas canciones. Algunos se fueron a dormir y los que aguantamos nos quedamos a mirar el gran universo y a conversar de lo que viene. Pero ya sin desesperación, sin gran escándalo, ni menos miedo. Por suerte ya no más miedo, a pesar que es tiempo para sentirlo con fuerza, pero yo: ¡!YAAAA NOOOO¡¡

Viví por mucho tiempo en medio de la cultura del miedo, esa oscura y solitaria percepción que me calaba el alma, me aletargaba y me paralizaba. Claro, el miedo estaba en cada rincón de la ciudad, recordándome y recordándonos que había un potencial peligro ahora, mañana y también ayer. Yo lo entendí de apoco, pero el miedo, incluso del peligro de ayer, nos generaba pánico, y nos desataba las más ocultas emociones primarias de fragilidad y nos engañaba al decirnos que no sabíamos absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo.

En tan poco tiempo, el mundo ha cambiado una enormidad. Hay grandes crisis por el agua, la temperatura ha aumentado, han desaparecido vegetales y animales y han aparecido nuevas enfermedades originadas en laboratorios. Hay grandes zonas del planeta totalmente deshabitadas y numerosas islas ya no existen. En algunos lugares la guerra se quedó para siempre, y en otros hay masivas muertes; las grandes ciudades de a poco se han ido despoblando, pero junto con eso, se han generado grandes pandillas de ciudadanos que luchan por comida, agua y por derechos que poco a poco han comenzado a no tener sentido. Aquí mismo en Chile, donde siempre pensamos que estas crisis no llegarían, incluso hay lugares donde las ciudades están vacías y repletas de infecciones. Pero también hay grandes bunkers desde donde aún se dirigen las vidas de las personas. Allí la pequeña, pero poderosa alianza entre políticos, empresarios, militares, científicos y sacerdotes dicen que siguen buscando soluciones a los problemas, pero yo ya no les creo. La gente no les cree, y se acostumbró a no creer más.

Es una sociedad del miedo, más ahora, pero yo ya no tengo ese sentimiento. No fue fácil, pero un día ya no tuve miedo. No me acuerdo bien, pero simplemente ya no tuve más miedo. "Ningún cielo, ningún infierno", dije y cambié mi alimentación completamente, comencé a quererme, fui a nadar y al gimnasio todos los días, armé un pequeño huertito en el patio de mi casa, y volví a conversar con él, a pesar que no quería repetir ciertas cosas. Pero los dos volviamos de grandes viajes.

Y por supuesto, volví con mucha fuerza a jugar con mis amadas hijas, a conversar de sus sueños, a contarle de mi vida, de mis alegrías, a pasear de la mano y abrazarnos. Y no me hice más problemas por muchas cosas que me afectaban. Voy a ser feliz dije, y no me hice más problemas y comencé a vivir con una alegría que aún no conocía al descubrir como mis hijas crecían en libertad y felicidad, a pesar de los cambios que estaban ocurriendo en el mundo.

Han pasado varios años. Me fui de la ciudad, tampoco fue fácil, pero entiendo que de esas cosas está hecha la vida también, de hacer lo que uno quiere. "Si soy feliz, irradiaré felicidad, y mis cercanos también serán felices" y así fue. Me vine a donde siempre quise, a este lugar que no todos les dan importancia. Aquí está la naturaleza, el silencio, las melodías, las plantas y las flores. Sí, las flores, que me daban alergia, excepto los girasoles, esa gigante flor de maravilla. Pero ya no tengo alergias, no tengo dolores de cabeza, no tengo dolencias. En las noches pienso que esto es la felicidad, y es tan, pero tan simple, que me asombro y beso las flores, beso al aire, al agua, a la enorme diversidad.

No tengo muchas cosas: una casa pequeña, sin electricidad pues no la necesito, sin muchos artefactos, sin varias de las comodidades y compromisos que tenía en la ciudad. A veces no creo que esté en este lugar, pero así es. No fue ni traumático ni tampoco un gran esfuerzo. Solo lo planifique, lo conversamos, buscamos por aquí y por allá y nos vinimos a este espacio de felicidad.

Y aquí en el valle, en mi pequeña casa, logro ver las estrellas y me he reprogramado. Amo mi vida, la amo con todo mi ser, y amo al mundo y a la gente. No sé cuándo ocurrió pero logré estar en paz, en bien, en diversidad universal con todo, con todos y todas, y en todo momento.
Se ha terminado la fiesta, y caminamos de la mano por este pequeño caminito que rodea esta parcelita. Siento las estrellas, la tierra fresca, los latidos del corazón del mundo y nos abrazamos bajo las millones de estrellas, y vidas en el cielo, en la tierra, en el agua, en nuestra piel, en nuestros espíritus. Conversamos y le digo que es buenísimo sentirse diminuto en medio del espacio, sentir la fragilidad y lograr la paz.

Nos abrazamos y nos besamos en la frente. Ahora entendemos al tiempo, y nos iremos a dormir sin miedo y con la gran responsabilidad de seguir siendo felices. Nos vamos de la mano, mirándonos a los ojos y compartiendo nuestra vida y nuestra muerte, nuestros viajes, tal como ese antiguo poema, "espíritu nuevo", en que la muerte es placentera y nos lleva a otras vidas que ya conocíamos, donde nos mezclamos y somos uno. Tal como esta noche y todas las anteriores y todas las noches de siempre.