viernes, marzo 12, 2010

LA TIERRA SE MOVIO COMO DE VEZ EN CUANDO ACOSTUMBRA

Venía pendiente de los terremotos hace unos cuantos años. No es que leyera artículos científicos en forma apasionada. Sino más bien la prensa y sobre todo la atención a la transmisión radial frente a terremotos ocurridos en años recientes al interior de la Serena, luego en la Región de Atacama, y el último en Perú, al sur de Lima. Pero ninguno de ellos satisfaciendo el anuncio de los científicos acerca del gran terremoto del norte.

Hace unos meses con Alejandra habíamos leído un pequeño resumen de “téngase presente” que habían hecho circular entre científicos en el Observatorio Europeo Austral, en el Cerro Paranal, al sur de Antofagasta. Por esos días además tomamos vacaciones en Antofagasta y San Pedro de Atacama y en el Hotelito en que nos alojamos en Antofa, a unas 7 cuadras quizás, de la costa, y a dos cuadras del mercado central de esa ciudad minera, nuevamente tome atención a los terremotos y maremotos, pues en la pequeña recepción había un cartel que indicaba las vías y lugares de evacuación en caso de tsunami. La primera prohibición era no usar automóviles, incluso las órdenes de emergencia exigían bajarse de los vehículos y caminar a los lugares de protección previamente señalizados. Varias veces mire el poster, mientras esperaba que el recepcionista terminase de atender a otros hospedados. La señalética indicaba las calles por donde debía caminar la gente cuando comenzaran a sonar las cuatro potentes sirenas destinadas para tal efecto. Me asombre de que todo estuviera indicado en el manual de evacuación de la costa antofagastina. Había indicaciones para los colegios, las guarderías infantiles y las universidades; estaban indicadas las calles por donde había que subir, los sitios de encuentro, y los lugares de resguardo, además de varios párrafos con recomendaciones acerca de la forma de comportarse en este caso de catástrofe. Me pareció de lo más lógico, tener en un lugar turístico como un hotel ese tipo de indicaciones. Además en las ciudades del norte hace varios años vienen haciendo simulacros de tsunami con evacuación total de los lugares que se estima serán afectados severamente por la potencia del gigantesco oleaje. El poster, práctico, pedagógico, fácil de entender, era una respuesta simple, pero eficaz a todos los estudios que siguen asegurando que un gran terremoto debe producirse en la zona norte de Chile y sur del Perú.

Recuerdo una ocasión que en que se produjo un gran movimiento sísmico en horas de la madrugada. Comenzaron a trasmitir las radioemisoras de aquel entonces y cuando abrieron los micrófonos para dar testimonios de personas que se comunicaban desde la zona costera, la situación era desesperante. El relato de varios auditores anónimos y quizás también de algún reportero era que la gente había comenzado a huir a los cerros para refugiarse porque venía un Tsunami. La situación era alarmante y yo me quede pegado, tipo 3 de la mañana a la radio esperando que ocurriera lo peor. Pero no pasó nada, solo había sido un temblor grande, pero la gente que vivía en el sector costero no espero aviso oficial para evacuar el litoral.

Cuando ocurrió el terremoto al interior de la Serena, yo me iba a mi pieza a leer, escuchar música o escribir a eso de las 10 de la noche. Y más o menos a esa hora se movió la tierra en Santiago. Recuerdo que hubo un extra noticioso de TVN en que daban datos, pero no entregaban información de que es lo que precisamente ocurría y comencé a escuchar radio sintonizando una y otra vez las diferentes emisoras de noticias que habían: Radio Chilena, Cooperativa, Bio-Bio, Agricultura, Minería, Portales, y tantas otras que mantenían departamentos de prensa. Pero la comunicación era difícil con los lugares donde señalaban había sido el epicentro. De pronto una de estas emisoras toma contacto con un reportero de sus radios asociadas en un pueblo de esos olvidados por la metrópoli, ahí en los valles cordilleranos del norte chico. Pero hasta ahora presumo que la emisora santiaguina lo cortó, cuando a los minutos de su reporte la situación que describía este comunicador era catastrófica. Me imagino que era la primera comunicación que se tenía de las zonas impactadas, y el relato del reportero era casi con lágrimas, lleno de impacto y temor. Se habían caído las casas, no había luz eléctrica, la gente corría desesperada, se oían llantos y desesperados quejidos. Luego de casi una hora de este relato, mientras se contactaban con las ciudades grandes de la región, nuevamente salió al aire este reportero que había relatado la verdad: la mayoría de los pueblos del interior entre las Regiones de la Serena y del Norte de la de Valparaíso estaban devastados.

Hace creo, dos años, cuando ocurrieron los terremotos de la Región de Atacama y luego el del sur de Lima, no tome mucha atención. No tengo muchos registros, solo que Ángela, una novia de un amigo, nos relató los momentos de desesperación por abandonar su departamento en Lima y tratar de ayudar a varias personas ancianas a salir, luego del remezón. También recuerdo que se pasaban los días y la ayuda a comunidades costeras del Perú no llegaba. Oí decir, por entonces, a varios amigos en Santiago, que si eso hubiera ocurrido en Chile, la ayuda estaría en horas. Comparaban el terremoto de Lima con la evacuación de la gente de Chaitén, en la Patagonia chilena, frente a Chiloé, donde hizo erupción un volcán que ni siquiera estaba en los mapas. En un día evacuaron a todo el pueblo y la televisión mostraba imágenes como iban instalando a las personas en hostales y residenciales de las ciudades y pueblos de Chiloé y Puerto Montt. Se aplaudió la eficacia de las operaciones de las fuerzas armadas y el liderazgo del gobierno de Bachelet. No puedo hablar de lo que pasó después, pero fue una evacuación de película, como dicen varios.

Y se nos vino ahora este gran movimiento telúrico y tsunami, pero también terremoto social, político y cultural. Yo por lo menos no estaba preparado para reaccionar al instante. No tenía ni linterna, ni radio a pilas y estábamos con Alejandra en el último piso, el piso nueve, de un edificio nuevo de Ñuñoa, la vieja comuna de clase media, de profesores, funcionarios fiscales, pequeños comerciantes, medianas empresa, y ahora de profesionales jóvenes, que votan por la derecha, porque según la diputada electa, hija del alcalde, lo hacen porque “son gente con estudio”. Ñuñoa, la comuna de Santiago con la mayor cantidad de edificios cuestionados, luego del sismo.

Le dije a Alejandra “oye, esta wea esta fuerte”. Luego sentí que caían libros, se quebraban vidrios y caían cuadros. Ya en ese momento estaba a punto de comenzar a “surfear” en la cama y por un microsegundo pensé que el edificio iba a caer. Pero otra vez sentí vidrios quebrados y vi un cuadro con cubierta de vidrio que se movía en la pared de los pies de la cama y lo descolgué sin saber donde dejarlo hasta que lo mantuve con una mano apoyado en la cama para que no se quiebre. El asunto no terminaba nunca, hasta que terminó. Alejandra estaba sentada en la cama con su camisa de dormir, especialmente hecha para terremotos, pues siempre le preguntaba porque dormía con esa camisa de dormir que la cubría del cogote hasta las patas, y ella decía, “te imaginas, si viene un terremoto y hay que salir arrancando, … entonces por eso duermo con esta camisa”. Pues no salimos, arrancando. Ella dice que no vio nada de lo que sucedía en el dpto. y que vio luces destellos, explosiones eléctricas de diverso color afuera. Yo no vi nada de eso, yo vi, sentí, los libros caerse, los vidrios romperse, el edificio que se movía y yo surfiando encima de la cama.

Pero pasó el movimiento. Lo primero que hice fue vestirme y ponerme zapatos. Sentía que todo lo que tocábamos, lo que pisábamos eran vidrios quebrados. La salida al pasillo estaba bloqueada por todos los libros de la estantería caída y por jarrones quebrados y cuadros que tenían cubierta de vidrio. Abrí la puerta, Salí al pasillo, las murallas estaban resquebrajadas y las escaleras se habían convertido en impresionantes cascadas. Pensé que se había roto la piscina de la azotea, un piso más arriba, y me devolví al departamento y al volver, creo que les dije a algunos vecinos de los otros departamentos que guarden agua, que era un terremoto, obvio. Luego en el departamento tome el teléfono móvil. Llame a mi hermana que vive con su familia en Puente Alto, unos 15 km al sur cordillerano de Santiago. Contestó mi sobrino Franco, y lo increpe suavemente por la razón de estar despierto a esa hora de la madrugada. Alo??? Alo???.... Franquito?...: sí soy yo, como está tío, preguntó?.... y le dije… oye y qué haces a esta hora de la madrugada,… Es tarde, super tarde y tu despierto aún, que pása? Dijiste que ibas a cambiar? Se rio, me reí… le pregunté cómo estaban: todos bien dijo, y alcance a conversar con mi hermana antes que se cortara la comunicación. Ahora puedo ver que esa llamada la realice a las 3:57 AM, 23 minutos después del movimiento. Luego intentamos contactar, a la abuela de Alejandra, pero no pudimos. Llenamos todos los recipientes de agua que pudimos, botellas, jarrones, la tina, etc. Y entonces entre los escombros abrimos un pasadizo mejor hacia la puerta y allí encontramos dos linternas. Y mientras Alejandra se vestía para bajar de ese último piso, el noveno, y ordenaba algo de los libros para mejorar la entrada, me fui otra vez a ver qué pasaba en el pasillo y subí por las escaleras para ver si la piscina de la azotea había colapsado. Arriba estaba seco, una que otra pequeña laguna, pero la piscina estaba llena, no se notaba que estuviera quebrada, yo tenía una linterna y pude alumbrar para ver si chorriaba en sus bordes. Luego de mirar el agua, estuve mirando por unos segundos la ciudad, pero no me pareció a oscuras. La luna era enorme, impresionante, la luna llena de ese 27 de febrero, la última madrugada de este mes corto, había salvado a tanta gente.

Y luego bajamos y ayudamos a una pareja que también comenzaba a bajar con su bebe que llevaban en esos canastillos de los coches modernos. Yo baje al bebe en su canastillo, mientras el padre bajaba el coche y la madre bajaba el ajuar. Las escaleras ya no eran una cascada, solo algunos goterones y pequeños chorritos constantes. Las áreas comunes ya funcionaban con energía de emergencia que alumbraban pasillos y escaleras, pero cada dos pisos recorridos se cortaba la luz…

Abajo había mucha gente, todos jóvenes, parejas, estudiantes, y otra gente que ahí conocí. Nosotros aperados con mochila, dos botellas de agua, pañuelos top para el cuello y parkas anti-diluvios, estuvimos unos minutos con la gente de la comunidad del edificio Bachelor 330, y luego emprendimos ruta hacia la casa de la abuela de Alejandra, RoseMarie o MariRose, de 94 años que vive sola en una casa en el Ñuñoa tradicional, Simon Bolivar con alguna calle entre Holanda y Vespucio. Caminamos por Jorge Washington hasta Simon Bolivar y de ahí a la casa “de esa que le dicen LA UTO”. En ese trayecto hay casas de mediados del siglo 20 donde la gente estaba en el antejardín escuchando radio, ya sea en sus radios a pila o en las radios de los automóviles. Eran casas y autos que no se vieron afectados, y edificios del siglo 21 donde en la entrada estaban muchas parejas jóvenes, amontonadas, escuchando las noticas. Yo me pegaba en el pecho porque mi amigo JC, hace varios meses se compro una de esas radios a pila, y en nuestra oficina la encendía, escuchaba noticias, y otros programas mientras le manejaba la antena de aquí para allá, la ponía en su oreja, la acomodaba en diversas direcciones hasta que le encontraba el punto de la mejor audiencia, mientras nosotros, esa noche no teníamos como informarnos.

Y hasta que llegamos a la casa de la abuela de Alejandra. Nos atendieron primero otras personas que viven en departamento aledaño y nos dieron tranquilidad de que todo estaba bien. Pero preguntamos si tenían radio, respondían que estaban buscando, les dijimos que parece que el epicentro fue en concepción por lo que escuchamos en las radios y preguntas que hicimos en el trayecto. Ingresamos por un costado de la casa de la abuela, llegamos al jardín del fondo y Alejandra abrió la puerta llamando a su abuela que tenía velas encendidas en diversas mesitas. Yo me quede afuera, tome agua, y gracias a la luna vi el jardín, un magnifico jardín de plantas, arbustos, arboles que no se descifrar. Luego Alejandra me presentó, mientras, entre ellas, nieta y abuela, se logró la comunión de llamar a la demás familia. La primera comunicación la hicieron con Alemania y avisaron que todos estaban bien. Desde Alemania también avisaban de otros familiares en Chile que estaban bien, creo. Luego La Uto, solo habló en español, invitó a tomar té, y en medio de la penumbra fuimos a la cocina, ella busco te, dio instrucciones de donde estaba la mermelada, el pan, la leche. Llego por un momento la luz, y luego nuevamente en penumbras. Tomamos té, pan con queso crema, azúcar, había de todo en la mesa entre los candelabros, linternas y velas, mientras intentábamos de seguir llamando a la familia de Alejandra que estaba en la costa. Fue grato, en paz, hasta que nos comunicamos con la esposa del hermano de Alejandra, la Lili, todos bien estaban también. De ahí nos fuimos y le dejamos una linterna a “esa que le dice la UTO y tiene 94 años”. Primero no la quería recibir, pero al final la tomo y le tomé los dedos para decirle cómo funcionaban los botones. Luego afuera la oscuridad era casi total si no fuera por la luna. Pasé a orinar en la esquina, entre los matorrales mientras los automóviles a eso de las 5 de la mañana se multiplicaban y avanzaban con cautela por las calles.

Volvimos al edificio y ahí seguía la gente en la entrada. Dijeron que habría una reunión, que estaban enojados con la administración. Había también una radio que informaba ya a eso de las 5 de la mañana que la situación era grave. Estuvimos quizás media hora ahí y decidimos subir al dpto. Allá ordenamos los libros, recogimos los escombros, apartamos los espejos, despejamos el baño. Tomamos agua, nos fumamos un puchin y esperamos el amanecer. Yo estaba cansadísimo y daba gracias que la noche anterior no nos hayamos carreteado pesado con mucho vodka, y traté de dormir unos minutos, pero las replicas seguían. Hubo una poderosa y todo nuevamente se movio.

Pensaba en mi departamento en el centro de Santiago. Incluso en uno de esos momentos, de entre las seis y las 9 de la mañana pensamos en ir en bicicleta a mi departamento. Ya en ese momento habíamos logrado pilas y un “personal estéreo”, que tenía radio y escuchamos que estaba la CAGADA, que en la zona del Bio Bio.La situación era GRAVE.

Recuerdo que me tire a la cama porque estaba terriblemente cansado tipo las 7 de la mañana. Pero no pude dormir. Y salí al balcón. Estaba amaneciendo y al mirar al pequeño pradito del otro edificio que tiene la piscina abajo, vi a los zorzales, como si nada, comiéndose a los gusanos y otro vichos terrenales. La vida en este mundo continúa, parece que pensé. Después, horas después, esa imagen se la comente a Alejandra y me dijo: claro, la tierra se movió, los gusanitos salieron y los zorzales y otros pájaros tuvieron su festín, y agregó que no nos olvidemos que los arboles también se movieron y que varios nidos de estos pajarracos cayeron al suelo y, obvio, colapsaron. Los arboles no cayeron, pero algunos nidos sí. Lo mismo que a nosotros.

Y como era ya de día, los zorzales hacían su festín y en las calles también ya los automóviles hacían lo mismo. Lo cual nos dio la razón de no irnos en bicicleta y de ver si había locomoción. Habíamos escuchado por radio que el metro no iba a funcionar y que los buses del transantiago funcionaban pero no en su totalidad. Bajamos y nos fuimos a Plaza Ñuñoa y tomamos un taxi a mi casa. En el trayecto, la feria de Matta Oriente, cerca de irarrazabal con salvador comenzaba a funcionar y en la calle irarrazabal y 10 de julio varios de las tiendas comenzaban a abrir. Eso me impresionó, porque sentía que la cuestión era grave como para ver que una señora abría su kiosko de diarios, que otra persona abría su tienda de telas y que varios locatarios atendían esa feria de frutas y verduras. Y llegamos a mi casa, el edificio de Vergara con alameda, que en los balcones del patio interior tenía una cascada de agua. Ingresamos y todo estaba mojado. Subimos mi dpto. en el cuarto piso y no había nada en el suelo, excepto una botella, y dos o tres cosas en la pequeña cocina. Había luz, había agua, había teléfono, había internet. Había murallas destruidas en los pasillos, había gente asustada, había departamentos llenos de polvo y había una gran y espectacular grieta en la mitad del inmueble que rajaba verticalmente el edificio en dos, desde el piso 9 al 1. Luego me entero que son dos edificios y esa era la línea divisoria.

Limpiamos, hablamos por teléfono, cocinamos, nos bañamos, conversamos, y dormimos en mi departamento, hasta que se cortó el agua. Esa noche miramos las noticias que mostraban la catástrofe ocurrida en las regiones del sur.

El domingo nos fuimos a casa de Alejandra. Allá había agua pero no había luz. Tuvimos de visita a nuestro amigo Sabú, nos tomamos unos tragos, conversamos de lo que fue el verano, de la gravedad de lo sucedido en las regiones afectadas y de la forma cómo comenzar un nuevo día. Todos guardamos diferentes silencios, se nos calló más de alguna lágrima escondida y nos alegramos con las llamadas de amigos de otras regiones. Después nos fuimos a dormir con una sensación de que la naturaleza es sumamente simple. Que todo es frágil. La tierra se movió como acostumbra, y se nos movió la memoria también.