viernes, noviembre 25, 2005

UN CINE VIVE AÚN SIN GENTE

Fuimos a ver el Cine arte Normandie. Manuel y Daniel, de Viña del Mar, no lo conocían. Habíamos hablado ya con el administrador para que ése sea el recinto que acoja al primer festival de cine ecológico social que estamos planeando realizar en agosto de 2006. Hernan, un hombre atento, de bigotes blancos, grandes suspensores, quizás ya con más de 60 años, nos llevó a su oficina en el segundo piso, en uno de los costados del cine. Nos ofreció sentarnos en medio de decenas de carteles de cine, latas de películas, revistas especializadas, equipos cinematográficos en mal estado, focos y otras tantos objetos que ya no se usan en estas salas.

Todos los años el Cine Arte Normandie anuncia su posible cierre. Es paradójico porque mientras siempre tiene estrenos y películas que nunca pasan de moda, clásicos y poderosas obras que no circulan en el circuito comercial, y su público me parece que siempre es joven, esta sala siempre está a punto de jubilar, de cerrar sus puertas para siempre. Es una lastima.

Bueno, yo tampoco conocía el Cine Arte Normandie. Es decir, he ido decenas de veces a ver películas, pero no lo conocía. Es enorme, subimos a la platea alta, que es muy poco usada, nos recomendaron pasar agachados para no bloquear el foco proyector. Desde allí se ve cuan grande es. Estaban exhibiendo “Los idiotas” de Lars von Trier. Desde arriba miramos los puestos de la platea baja, muy poca gente había a esa hora, pero se veía impresionante, solo la luz del proyector también nos hacía ver las butacas. Un cine tiene vida propia, no es necesario incluso que haya gente.

Luego caminamos por un pasillo por el costado de la sala, hasta llegar al final, allí donde está el escenario. Estuvimos detrás del telón donde se exhibía la película. Es otro mundo. ¿Alguien ha estado detrás de un gigantesco telón de un viejo cine cuando están proyectando una superproducción de bajo presupuesto pero de gran recibimiento?...

Pues bien. Luego conversamos un poco más con el administrador, orgulloso de trabajar en el Normandie nos contó la síntesis de su vida. El nació en Valparaíso, sus padres se separaron cuando él tenía un año y su madre se vino a vivir a Santiago. Bien pronto logró mantenerse y cuando tuvo la oportunidad y Hernan ya tenía edad, le pidió a un proyectista que le enseñara las técnicas para manejar las películas, los proyectores y todo lo que tiene que ver con el manejo de una sala de cine. El padre de nuestro amigo también trabajo en eso, en una pequeña salita de cine que había, quizás todavía existe, en el barrio del puerto, en Valparaíso. Barrio bravo donde la gran mayoría del público eran prostitutas, cafiches, marineros abandonados, gente de mala reputación para la gente que circulaba a dos cuadras de ahí, en el barrio cívico-militar de Valparaíso.

Hernan siempre siguió trabajando en el cine y está en el Normandie desde que este viejo salón de magia y realidad comenzó su historia.

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