martes, noviembre 29, 2005

MAIHUE




Maihue es un lago hermoso, queda en una zona cordillerana a la que no es fácil llegar. Un verano estuve allá cuando era niño. Creo que sentí que nunca llegábamos. Fuimos a visitar a la familia de una tía. Fue la primera vez que iba a un lugar tan lejos. Parece que el viaje fue primero a Paillaco, de allí en micro a Futrono y de ahí en otra micro a Llifen y después en una pequeña camioneta que recorría el litoral lacustre en medio de impresionantes montañas, por donde se descolgaban cascadas, pequeños riachuelos y quebradas poco visitadas. También es zona Mapuche y comentaban que en más de una oportunidad la gente iba al Puelmapu, al otro lado de la cordillera, por un paso olvidado que había en ese lugar.

Creo que todos los días nos bañamos en el lago, había un bote y mucho del transporte de manzanas, papas, trigo, leña y madera, entre otros productos, se realizaba en frágiles embarcaciones. Nosotros estuvimos varios días ayudando en las faenas de recolección de rosa mosqueta, unos enormes duraznos, manzanas y varias hortalizas que sembraban las abuelas en las granjas que se empinaban en los cerros que partían desde unos 30 metros desde el lago.

Los lugareños nos contaban que remando en esos pequeños botes de madera en más de alguna ocasión atravesaban el lago. También contaban que algunos se iban al colegio en bote los domingos y volvían el viernes. Esta situación pasa en casi todas las zonas rurales. En ese entonces me imaginaba un mundo maravilloso, pues cuando visité Maihue era verano y el sol y las frutas nos acompañaban a todas partes.

Pero en invierno es diferente. Varias zonas de Maihue quedan aisladas, los caminos se cortan, el lago eleva sus olas, los ríos crecen, los esteros se convierten en rápidos ríos correntosos. La navegación entonces se hace muchas veces imposible. Durante ese tiempo la comunicación entre las localidades solo es posible por radiosfrecuencia, pues ni pensar en teléfonos fijos ni menos en telefonía móvil o satelital. Con ese clima mañoso los niños también tienen que seguir yendo a la escuela. Con esos temporales los pequeños hijos de los mapuches y lugareños deben seguir caminando o remando hacia su sala de clases. Con esa lluvia fría y permanente los pequeños deben seguir pensando en la profesora rural.

Pues en medio de toda esa geografía y aunque no es invierno un temporal cobró varias vidas de unos pasajeros que se trasladaban por el lago en medio de un temporal. Lo hacían en un bote de fibra de vidrio, de esos que reemplazaron a los botes de madera. Fue una tragedia que fue difícil de reportear para los periodistas que se ocuparon del tema, debido a la lejanía del lugar y a las casi inexistentes vías para acceder al lugar.

En estos días acá en Santiago inauguran nuevas líneas del metro, nuevas carreteras, nuevos túneles, nuevas supervías para desde las comunas ricas, Las Condes, Vitacura, La Dehesa, se pueda acceder rápidamente al aeuropuerto, a la panamericana, a la ruta al mar.

Lamentable, los niños de Maihue seguirán yéndose en frágiles botes a la escuela.

viernes, noviembre 25, 2005

UN CINE VIVE AÚN SIN GENTE

Fuimos a ver el Cine arte Normandie. Manuel y Daniel, de Viña del Mar, no lo conocían. Habíamos hablado ya con el administrador para que ése sea el recinto que acoja al primer festival de cine ecológico social que estamos planeando realizar en agosto de 2006. Hernan, un hombre atento, de bigotes blancos, grandes suspensores, quizás ya con más de 60 años, nos llevó a su oficina en el segundo piso, en uno de los costados del cine. Nos ofreció sentarnos en medio de decenas de carteles de cine, latas de películas, revistas especializadas, equipos cinematográficos en mal estado, focos y otras tantos objetos que ya no se usan en estas salas.

Todos los años el Cine Arte Normandie anuncia su posible cierre. Es paradójico porque mientras siempre tiene estrenos y películas que nunca pasan de moda, clásicos y poderosas obras que no circulan en el circuito comercial, y su público me parece que siempre es joven, esta sala siempre está a punto de jubilar, de cerrar sus puertas para siempre. Es una lastima.

Bueno, yo tampoco conocía el Cine Arte Normandie. Es decir, he ido decenas de veces a ver películas, pero no lo conocía. Es enorme, subimos a la platea alta, que es muy poco usada, nos recomendaron pasar agachados para no bloquear el foco proyector. Desde allí se ve cuan grande es. Estaban exhibiendo “Los idiotas” de Lars von Trier. Desde arriba miramos los puestos de la platea baja, muy poca gente había a esa hora, pero se veía impresionante, solo la luz del proyector también nos hacía ver las butacas. Un cine tiene vida propia, no es necesario incluso que haya gente.

Luego caminamos por un pasillo por el costado de la sala, hasta llegar al final, allí donde está el escenario. Estuvimos detrás del telón donde se exhibía la película. Es otro mundo. ¿Alguien ha estado detrás de un gigantesco telón de un viejo cine cuando están proyectando una superproducción de bajo presupuesto pero de gran recibimiento?...

Pues bien. Luego conversamos un poco más con el administrador, orgulloso de trabajar en el Normandie nos contó la síntesis de su vida. El nació en Valparaíso, sus padres se separaron cuando él tenía un año y su madre se vino a vivir a Santiago. Bien pronto logró mantenerse y cuando tuvo la oportunidad y Hernan ya tenía edad, le pidió a un proyectista que le enseñara las técnicas para manejar las películas, los proyectores y todo lo que tiene que ver con el manejo de una sala de cine. El padre de nuestro amigo también trabajo en eso, en una pequeña salita de cine que había, quizás todavía existe, en el barrio del puerto, en Valparaíso. Barrio bravo donde la gran mayoría del público eran prostitutas, cafiches, marineros abandonados, gente de mala reputación para la gente que circulaba a dos cuadras de ahí, en el barrio cívico-militar de Valparaíso.

Hernan siempre siguió trabajando en el cine y está en el Normandie desde que este viejo salón de magia y realidad comenzó su historia.